17 de julio de 2012

Si dos modelos se miran feo por TV ¿es tensión superficial?

A raíz del video de ayer, el público solicitó explicaciones de lo que Leon Lederman explicaba de tensión superficial. Así que aquí va una breve expliqueta al estilo Juan Poquito.

La tensión superficial: esa incómoda espera en la entrada.

En un líquido, las moléculas que lo forman se atraen levemente entre sí. Por eso, es un líquido: si las moléculas se unieran entre ellas, sería un sólido. Si no se dieran pelota, andarían sueltas por allí y en lugar de un líquido tendríamos un gas. Por supuesto, la interacción con otras moléculas, como las del aire, es posible. Y dado que en el aire hay más lugar, finalmente las moléculas del líquido se dispersarán hacia allí. Pero en un tiempo corto, las moléculas del líquido preferirán la atracción entre ellas a la atracción del espacio libre, o a la atracción de las moléculas del aire. A mí se me hace similar a la situación de personas conocidas en una fiesta con mucha gente: tras mirar un poco a uno y otro lado, escamoteando canapés, se van juntando grupos afines que le dan la espalda al resto del mundo, hasta ocultar que se afanaron una bandeja directamente de la cocina. Una cosa así:



Los hombres de gris tienden a juntarse, y en el proceso, forman un círculo. Las gotas de un líquido tienden a formar esferas, que la gravedad deforma.
Ahora bien, si uno quiere entrar en la conversación del grupo (y robar una albóndiga), va a tener que hacerse lugar, vencer cierta resistencia, empujar un poco para meterse entre las moléculas. Esa fuerza que hay que hacer es la tensión superficial.

El señor que habla con Leo en el video es un fotógrafo especializado en líquidos, y le pregunta cómo puede hacer para conseguir más gotas. Leo propone una solución: que le agregue sal o azúcar al agua. (¿Entendieron? Una solución. ¡JA!)

Lo que sucede entonces es que, mezcladas con las moléculas de agua, aparecen otras que también son atraídas por ellas. Entonces ya no es tan sencillo que las moléculas del líquido formen grupos cerrados, por lo que la tensión superficial es menor, y el líquido se rompe más fácilmente entre en gotas más chicas. Es como si metiéramos en medio de la reunión un montón de adorables e inquietos cachorritos:



Así que ya saben: si quieren romper la tensión superficial, agreguen un segundo en discordia al líquido. Y si es una reunión, lleven un cachorrito, y van a ver qué levante.

Y ya que estamos: la tensión superficial, para nosotros, es una pavada que rompemos con el dedo. Pero para otros bichos, crea un mundo nuevo. Por ejemplo, para los insectos de la familia Gerridae, que directamente caminan sobre el agua. Miren qué mononos:

16 de julio de 2012

Nunca visto: un premio Nobel haciendo la calle

La gente de Science Central* puso al físico Leon Lederman, premio Nobel de Física 1988, a responder preguntas en un puestito en la calle. Divulgación al menoreo. Me encanta; creo que me voy a poner un puestito "pregúntele a un biólogo" en plaza Francia, justo al lado de los lectores de tarot.

In english, pero vale como muestra:



*¿serán rosarinos?
Visto en La ciencia es bella

10 de julio de 2012

Por favor, dibújame un bosón

Oscilo entre la envidia y el alivio de no tener que estar subido a una grúa esa cantidad de días.

6 de julio de 2012

Anatomía de un moco (y de por qué todos somos periodistas)

(El mejor título de toda Internet y abajo describo una a una mis metidas de pata. No te lo podés perder...)

Anteanoche puse un artículo en el blog acerca de una noticia que había leído en el blog del ambientalista Georges Monbiot: la posibilidad de que las reservas de petróleo fueran a sufrir un aumento en lugar de la disminución paulatina que se reporta desde hace rato. Era una noticia impactante, y quise compartir la inquietud que me producía. Pues bien, hoy, a través del blog Casaubon's book, me encontré con enlaces a duras críticas hacia el trabajo que comentaba Monbiot, indicando que se basaba en presunciones fallidas y estaba plagado de errores. O sera: tomen la noticia con pinzas, y por si acaso vayan acercándose al tacho de basura.

Mea culpa, por haberme hecho eco. Pero no viene mal la ocasión para examinar ciertas cosas en las que, creo, estoy más versado.

Hace unos años tuve la idea de escribir un libro que vive por ahora como apuntes sueltos. Cuando se me ocurrió, le dije a mi amada consorte que el título sería Manual del comprador de buzones. ¿No será del vendedor?, preguntó ella. No, respondí, tarde o temprano todos compramos algunos buzones.

Este de Monbiot no es ni el primero ni será el último buzón que me compro; pero cada compra me sirve para analizar qué hice mal. Veamos:

  1. Caí en una forma unipersonal y periodística de la falacia de autoridad: la falacia de la fuente confiable. Monbiot es un columnista serio y documentado; tiene algunas visiones sui generis acerca de temas ambientales, pero no las oculta cuando las saca a relucir; más bien se encarga de declarar sus divergencias de opinión con otros ambientalistas, porque lo hacen único. En este caso no declaraba nada así, y daba su fuente, a la que acudí y leí.
  2. Adopté demasiado rápido un dato que iba en contra de los saberes establecidos. Si durante años hablamos de la crisis del petróleo, debería haber desconfiado más de una voz en contra. Por supuesto que puede pasar que tenga razón, pero los iluminados son raros, y más raros cuando se trata de analizar datos. En resumen, que tendría que haber ido a buscar otras opiniones.
  3. No busqué en otras fuentes que tenía a mano. El comentario en Casaubon's book me llegó porque estoy suscripto a Scienceblogs en general; el blog en particular no me resulta interesante, hasta lo pondría dentro de lo peorcito del grupo. Aún así, la información estaba si la hubiera buscado.
  4. Utilicé la noticia como medio para hablar de otras cosas relacionadas, en lugar de centrarme en el dato en sí, que me hubiera llevado a más averiguaciones. Lo loco es que todo lo que escribí como opinión/creación mía, lo mantengo punto por punto. Pienso reescribir el artículo sin esa mención, y de paso evito un poco el estilo "seguime la corriente" que tiene, por una vez, centrándome en las cosas que mencioné sin profundizar.
¿Por qué preocuparme por haber puesto algo equivocado, si al fin y al cabo reproduje algo de otro, del que no tenía razones para desconfiar, si no soy periodista? Primero, por eso: por no haber buscado razones para desconfiar.

Y segundo, porque sí soy periodista. Todos lo somos. La cacareada internet dos punto cero trae un montón de ventajas, y junto con ella, responsabilidades. Podemos perpetuar pelotudeces, y tenemos que saber y aceptar que ocupamos parte del tiempo de los otros con pelotudeces. Pero transmitir falsas alarmas o noticias que cambien de manera errada la visión del mundo de otros está mal. Ya bastante tenemos de qué preocuparnos con problemas reales; y a veces ni siquiera se sabe que existen. Y no podemos prever cuánto puede transmitirse una idea, o cuándo un artículo se vuelve popular *.

Chequear la información que difundimos es parte de nuestra responsabilidad como perpetuadores de información. No alcanza con el "bueno, lo dijo Fulano, no yo" ni mucho menos con el aborrecible "bueno, pero parte es verdad".

Así que hala, a laburar, que el mundo al final nos va salir bueno.

Miren, un poco de Maslíah así se olvidan de todo:



*Desde que se publicó hasta este instante, ha habido 12 entradas al artículo que defenestro; mi artículo sobre el cerdo hormiguero, que afortunadamente es una tontera con una pizca de divulgación, tiene más de 1000 visitas.  Mirá vos.

5 de julio de 2012

Visita a la Universidad de Wildstone

Está tan bien hecho que no puedo dejar de compartirlo. La escena con el coro te hace dar cuenta de lo increíble que son Les Luthiers musicalmente, más que si los vieras a ellos.


Via Biomolecularte

4 de julio de 2012

Edades de piedra, edad del petróleo, mayoría de edad



ACTUALIZACIÓN: al parecer, los datos sobre los que se basa el artículo de Monbiot que se menciona abajo están entre exagerados y errados. Por más detalles, ver aquí.

La verdad, a esta altura, no recuerdo mucho de la única clase que tuve alguna vez sobre evolución tecnológica; pero sí recuerdo un comentario sobre los períodos Olduvayense, Achelense y algún otro de las "edades de piedra" o posteriores: todas las tecnologías eran utilizadas para crear todas las herramientas posibles. Nuevas tecnologías (como golpear la piedra de una manera distinta) llevaban a algunos nuevos usos, pero sobre todo a cubrir los usos antiguos, y no siempre porque fueran demostradamente mejores. Tal vez por la manera en que se heredan las pautas culturales, tal vez porque es más práctico, una vez dominada una técnica, utilizarla para todo. Vaya uno a saber. Capaz que ni recuerdo bien el comentario.

A la luz de lo que ha sido la evolución tecnológica posterior, la verdad es que la tendencia parece la misma: adoptamos nuevas tecnologías tan rápido como podemos, las reemplazamos tan rápido como podemos también. No se trata siempre de que una sea mejor que la otra: tratamos de adaptar lo nuevo a todo lo que hacemos. En todo caso, si gana alguna tecnología sobre otra, será la más adaptable.

Pero tal vez eso sea mirar con una lupa demasiado cercana; un defecto común en esta especie. al vez lo correcto sea simplificar  y pensar sólo en materiales: edades de piedra, edad de cobre y / o bronce, edad de hierro. Y luego, edad de las aleaciones y finalmente, edad del petróleo.

Lo que el petróleo ha hecho por nosotros es asombroso. Gracias al petróleo tenemos ropa barata, energía eléctrica domiciliaria de bajo costo y segura, instrumental médico barato y descartable, aparatos de medición e investigación accesibles y confiables y, sobre todo, un grado de comunicación e interconexión nunca antes visto. La historia de la ciencia de los siglos 18 y 19 es entretenida y apasionante, y la favorita de la divulgación por los personajes que pasaron por ella. La historia de la ciencia del siglo 20 es igual o más apasionante, pero mucho más difícil de contar, por lo vertiginosa. Y el petróleo tuvo mucho que ver en esto.

Gracias al petróleo confirmamos, mucho más allá de la imaginación de Darwin, lo emparentados que estamos con todos los seres vivos sobre este planeta. Supimos también que estamos tremendamente emparentados entre nosotros mismos, mucho más que lo que las diferencias de aspecto nos permitieran suponer. Elevamos satélites y aprendimos sobre la dinámica de nuestro planeta; observamos el universo y aprendimos de su historia, de lo pequeños y al mismo tiempo improbables y raros que somos los seres vivos, y los humanos en particular. Y también, como un adolescente que va madurando, descubrimos las cagadas que nos habíamos mandado; descubrimos que había una capa de ozono, que era importante, y que la estábamos destruyendo. Y pudimos, hasta donde sabemos, enmendar nuestro error.

Y ese avance en la ciencia permitió, finalmente, descubrir que con el petróleo estábamos cagando cambiando el futuro del planeta. El calentamiento global antropogénico es una certeza, mal que les pese a los cultores del "de qué calentamiento me hablan, con este frío". Una extensión a nivel global de lo que ya sabíamos que se aplicaba a las sociedades: la tecnología te da, la tecnología te quita. ¿Alabada sea? Ni alabada ni defenestrada. Aquí como en el Olduvayense, la cuestión es utilizarla, y cómo. Y la pregunta: ¿hemos alcanzado realmente la mayoría de edad, o seguimos con los vicios de la infancia? ¿Podemos aminorar el uso de la tecnología del petróleo, o estamos condenados a utilizarla fanáticamente, a no ser que un golpe de suerte nos entregue otra tecnología para reemplazarla?

Hasta este lunes pasado, mi respuesta (más allá del "no sé, ojalá") incluía la afirmación levemente apocalíptica, compartida por economistas, geólogos y ecólogos, de que el petróleo iba a comenzar a escasear de todas maneras; un fenómeno conocido en inglés como "Peak Oil": el pico máximo de extracción, en estos años, y luego el comienzo de la merma. Una merma que había que prever y que alentaba la búsqueda de alternativas al petróleo que, al mismo tiempo, no agregaran gases de efecto invernadero a nuestra vapuleada atmósfera. El lunes, tuve que borrar todas estas previsiones de mi descripción del mundo..

El lunes, George Monbiot publicó un artículo enlazando a un informe de Leonardo Maugeri, en el que se da cuenta del aumento de la producción de petróleo. El desarrollo tecnológico, impulsado a la presión económica del Peak Oil llevó a que hoy día se puedan explotar los yacimientos que -para alegría, imagino, de los comunicadores de las petroleras- llevan el nombre de "no convencionales". Y al parecer, las reservas son enormes. Especialmente, Estados Unidos, el mayor productor de CO2, el país que más a hecho por ponerle paños fríos (o, según como se mire, calientes) a los pactos internacionales acerca del cambio climático, vuelve a tener petróleo en cantidades.


Data from World Bank

Una vez más, la tecnología nos da y la tecnología nos quita. Buenas noticias: el mundo de nuestros hijos no será tan distinto al nuestro. Malas noticias: el mundo de nuestros hijos no será tan distinto al nuestro. La principal causa del calentamiento global ha recobrado el impulso, en un mundo adicto a su consumo. El artículo de Monbiot comienza con una frase clave: los hechos han cambiado, nosotros debemos cambiar.

Y aquí, cada maestrito con su librito: estarán los que insistan con "volver a lo natural", los que quieran abjurar de la era del petróleo como si no existieran sus ventajas; los que se organizarán políticamente; los que echarán la culpa a los países del primer mundo, y todos tendrán algo de razón. Yo, por mi parte, tengo mi librito y, por si no les ha quedado claro cuál es, aquí está.

Necesitamos tener personas formadas en las bases de la ciencia; pero sobre todo del pensamiento científico; no solo en un par de afirmaciones básicas sino en la manera de encarar la información; de preguntar una y otra vez cómo se saben las cosas. Sólo a través de esa actitud podemos interiorizar la información que nos dan, hacerla nuestra y también cuestionarla, en lugar de mamarla pasivamente porque viene de alguien con autoridad; y podemos así valorar lo que se sabe, para tomar decisiones y, cuando los hechos -o lo que sabemos de ellos- cambien, podamos cambiar en consecuencia. Tal vez mañana tengamos nuevos datos sobre el calentamiento global y resulte que la dirección a tomar es otra. Tenemos que ser capaces de escuchar, de repreguntar, de asegurarnos, tanto como los científicos tienen que ser capaces de comunicar.


Usé antes la primera persona plural: supimos de la evolución, conocimos el universo. Me gusta usar ese plural para enfatizar que el conocimiento científico, aunque se origine en un puñado de tipejos, pertenece a la Humanidad. Pero lo cierto es que ese plural es falso. No todos saben, no todos tienen oportunidad de saber; muchos apenas pueden sobrevivir, mientras otros sencillamente no se interesan.


Pero cuanto más personas estén (in)formadas lo mejor posible, mejores decisiones tomarán, aunque más no sea a nivel individual. Y si no mejores, mejor encaminadas, y entre todos la cosa saldrá adelante, como cuando las hormigas tiran de una hoja cada cual para su lado, pero al final la llevan al hormiguero. En estos temas, no espero mucho de los dirigentes por si solos, porque la lógica política del beneficio a corto plazo seguirá siendo un motor importante de sus decisiones. Y sólo una población que entienda bien qué es lo que está en juego podrá apoyar medidas que redunden en contra de su bienestar inmediato. Ojalá podamos (en una verdadera primera plural) mirar hacia atrás y descubrir que hemos alcanzado, como especie, la mayoría de edad.





No, si soy un tipo re-jodón, yo. Tomen, un poco de buena onda.