7 de febrero de 2013

Qué bueno, me encanta, no lo comparto.

Porque no es oro todo lo que reluce, viste.

Me llega un enlace por Facebook. Entro. Leo el texto, me gusta. Es una carta de Chico Buarque acerca de la "internacionalización" del Amazonas, y estoy bastante de acuerdo (sobre todo porque se trata de afirmaciones generales, sin entrar en detalles). ¿Y si lo comparto, o lo reenvío?

Sí, lo voy a reenviar.

Pero no. Vuelvo a leerlo y me hace ruido. Comienza "Durante un debate en una universidad de Estados Unidos, le preguntaron a [...] Cristovao Chico Buarque..." y termina con una exhortación a compartirlo porque "se publicó en New York Times, The Washington Post, USA TODAY" (así, en rojo) pero no en Brasil ni en el resto de Latinoamérica.

Raro 1: ¿Se publicó en un diario, pero no se declara el nombre de la universidad?
Raro 2: ¿Lo publica el NYT y nadie lo levanta, cuando todas las redacciones del mundo viven en buena medida de las notas de las demás?
Y por supuesto, la mayor razón para desconfiar: el 99%* del material que circula diciendo "compartilo" es falso.

Por supuesto, chequeo en los diarios en los que se dice que se publicó, y la carta ni aparece. Googleo a troche y moche, y nada. Muy probablemente es un invento.

Y me pregunto ¿por qué esas ansias de agregar fantasía? ¿Acaso el texto no era suficientemente claro, bueno e interesante? ¿Quien lo escribió fue el que agregó esos datos? ¿O lo hizo otro para darle más impacto?

Ahora ni siquiera creo que sea de Buarque. O mejor dicho, de ninguno de los dos Buarque, porque se atribuye a Cristovao Chico Buarque, pero Chico Buarque se llama Francisco Buarque de Hollanda, mientras que Cristovam Buarque (no Cristovao) es otro político brasileño.

Y me pregunto también ¿por qué me siento un gil chequeando estas cosas? Y me recontrapregunto ¿qué mal puede hacer, si estoy de acuerdo con el contenido?

Y a esta última me respondo que puede hacer mal. Por un lado, prestigia a uno (o dos) políticos que tal vez no lo merecen, que tal vez no estén de acuerdo con lo que se dijo. (Y aunque estuvieran de acuerdo, no da atribuirles palabras a otros ¿no?)

Por otro lado, alguien que esté en contra de las ideas que expresa el texto bien puede denunciarlo por apócrifo. Lo cual no debería, en la teoría, afectar la validez de lo expresado, pero en la práctica, funciona de maravillas sin importar de qué lado te encuentres. Se llama la falacia de "envenenar el pozo": ensuciá a la fuente para distraer de lo dicho. Y la dejamos ahí, servida.

Me pasan cosas como esta todo el tiempo, desde que existe internet. Y me molesta. Me molesta, claro, cuando se usan falsedades contra ideas y personas que apoyo. Pero también cuando se usan en contra de gente o ideas con las que estoy en contra, porque tarde o temprano será un punto ganado para ellos. Y sobre todo, me molesta cuando se usan falsedades para apoyar causas con las que estoy de acuerdo. No, mentira, esto último no me molesta: me duele, ya que entonces me estoy negando a colaborar con causas con las que concuerdo.

Pero me niego, porque me importa más la verdad. No difundo búsquedas de niños si no chequeo que sean reales y vigentes. No firmo peticiones si están planteadas en términos propaganderos y engañosos, aunque esté de acuerdo con lo pedido. Me importa más la verdad que las otras causas.

La verdad es uno de los tantos ideales inalcanzables que deberíamos perseguir, así en abstracto. Y en concreto, mucho más. Vivimos bombardeados de datos, algunos vitales, otros pavotes. Si a esa ensalada le agregamos datos falsos, estamos en problemas, tomaremos decisiones equivocadas. Le daremos importancia a amenazas inexistentes, al tiempo que ignoraremos las reales. Pondremos nuestra importancia en soluciones milagrosas, sin indagar en las que realmente pueden servir. Peor aún: elegiremos a nuestros gobernantes por las razones equivocadas. Las consecuencias de cada una de estas decisiones no necesariamente serán malas; pero no es la manera correcta de elegir, y si tengo que apostar, apostaría por las consecuencias desastrosas.

Los científicos han desarrollado un método para enfrentarse a la avalancha de información que generan cada día. Y no hablo del cacareado método científico, sino de una combinación de escepticismo y confianza. Cuando un científico se entera de un resultado interesante (al menos, si es en su área de saber), pide detalles de cómo se llegó a él. Digamos que descree por defecto. No es mala onda, no es necedad. De hecho, es una forma de respeto, de interesarse hasta el detalle. Cuando le explican el origen de la afirmación, examina la evidencia y la calidad de esa evidencia. Y si todo lo convence, pasa a la etapa de la confianza: no va a salir corriendo a repetir todos los experimentos que lee, o a realizar de nuevo las encuestas**. La ciencia opera a través de un pacto de confianza, en el que se asume que todos dicen la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, pero se les pide primero que expliquen cómo llegaron a ella.

Sería realmente maravilloso si generáramos una red de confianza así entre todos los que nos comunicamos por internet. Que cada uno dijera "qué bueno esto, ¿cómo sé que es cierto?" y lo reenviara sí y solo sí tiene razones para confiar en la fuente (que no es la tía o amigo que nos lo envió, claro, sino el origen de la data). No nos libraríamos de lo falso claro está, pero dejaríamos afuera a una buena parte de las ideas que pugnan por entrar en nuestra cabeza.



* El porcentaje no ha sido debidamente chequeado. Cuac.
** De ahí la relativa facilidad del fraude científico, que durará hasta que alguien repita la experiencia.


Foto: Jim Rees via photopin cc

4 de febrero de 2013

Elige tu propia distopía


Lo que Orwell temía eran aquellos que pudieran prohibir libros, mientras Huxley temía que no hubiera razón alguna para prohibirlos, debido a que nadie tuviera interés en leerlos. Orwell temía a los que pudieran privarnos de información. Huxley, en cambio, temía a los que llegaran a brindarnos tanta que pudiéramos ser reducidos a la pasividad y el egoísmo. Orwell temía que nos fuera ocultada la verdad, mientras que Huxley temía que la verdad fuera anegada por un mar de irrelevancia. Orwell temía que nos convirtiéramos en una cultura cautiva. Huxley temía que nuestra cultura se transformara en algo trivial, preocupada únicamente por algunos equivalentes de sensaciones varias.
Neil Postman
Robado descaradamente de Homínidos
Foto: jovike via photopin cc