23 de diciembre de 2014

De la aceptación como forma de insulto

En 1998, el programador y escritor Paul Graham publicó uno de los artículos más importantes de la Internet (tomá hipérbole): Cómo discutir. En él esbozaba una jerarquía de calidad de las respuestas en una discusión. De arriba hacia abajo, comenzaba con la refutación del punto central en discusión y llegaba hasta el insulto. Entre ambos, también de arriba hacia abajo, estaba la refutación de errores en el razonamiento, la contraargumentación sin discutir los datos, la contradicción de lo dicho sin aportar pruebas, la crítica al tono de la discusión y el ataque ad hominen. Cuanto más abajo en la escala, menos productiva y útil es la respuesta. Más tarde, apareció un resumen de la jerarquía de Graham en forma de imagen.
Siempre quise traducirlo al español. Cuando hace unas semanas decidí hacerlo, descubrí que me habían ganado de mano, pero ahí quedó mi aporte en Wikimedia Commons. De todas maneras, el motivo que me llevó a traducirlo no era la traducción en sí.
Desenterré el gráfico porque cada tanto me encuentro en las redes sociales una nueva forma de contraargumentar. Es tan solapada, tan políticamente estúpida (en la manera a la que erróneamente le dicen "correcta"), que a veces pasa inadvertida.

La forma es más o menos así:
A: –Qué terrible, los somorchumos están acabando con las patiquitas y nadie hace NADA. El gobernador Filusti está claramente entongado en el asunto.
B: –Son todos unos hdp y Filusti el peor de esa caterva de ladrones que nos gobierna.
C: –QUE HORROROSO LO QUE CONTÁS Y LO QUE ESTAMOS HACIENDO CON LAS PATIQUITAS.
D: –No es tan así como decís, A. Hay estudios que muestran que hay poca relación entre la actividad de los somorchumos y las patiquitas. Aparte, aunque Filusti no es santo de mi devoción, lo cierto es que otorgó subsidios para la investigación y protección de las patiquitas.
A (que no puede hacerse el gil porque D lo etiquetó): –Gracias por agregar tu voz, todos tenemos derecho a opinar.
D: –No es solo por opinión que te lo digo. Mirá, acá te mando enlaces a los trabajos de la Universidad de Critoria sobre los somorchumos, y a las resoluciones firmadas por Filusti.
A: –Es muy importante que todos aportemos en esta discusión. Lo que hacen los somorchumos es terrible y todas las voces deben oírse.
D: –¿Leíste los enlaces que envié?
A: –Todos somos libres de pensar lo que queramos. Gracias por colaborar al debate.
B: – *imagen de Filusti con texto jocoso sobreimpreso*
E: –jajajajaja

F: –A, sos una persona maravillosa. Ojalá todos fueran tan abiertos de mente y comprensivos como vos. El mundo sería mejor.
C:–JAJAJAJAJAQUE HORRIBLE LOQUEESTACIENDOFILUSTI.
D mira la pantalla, el teclado, se toca un poco para comprobar que existe corpóreamente y no como holograma. Abandona las redes sociales y pone una panchería en San Bernardo.
El insulto y el ad hominen son más frecuentes que esta "estrategia" de discusión, pero la podemos encontrar seguido. Se trata de la aceptación sin ningún tipo de crítica, con agradecimiento al discutidor incluido, sin hacerse cargo de nada de lo dicho. Disfraza de civilidad y apertura lo que en realidad es una negación total de la discusión. Es un tipo de respuesta aún más baja que el insulto. La puteada no es un argumento pero al menos reconoce que existe una persona; la negación, en cambio, ningunea y pretende pasar por virtuosa. Pero la virtud está mucho más arriba en la escala, allá donde se escucha al otro y se discute con argumentos.

De manera que aquí tienen mi versión, corregida y aumentada, de la pirámide de Graham. Si les parece que está mal, me lo dicen, que se los voy a agradecer (pero no haré nada al respecto).




19 de diciembre de 2014

Feeling good, un libro de autoayuda con algo de ciencia detrás

Feeling Good: The New Mood TherapyFeeling Good: The New Mood Therapy by David D. Burns
My rating: 4 of 5 stars

Hacía mucho, mucho que no leía un libro de autoayuda. Aunque creo que es bueno leer alguno (ayuda a hacer una checklist de aspectos problemáticos de la vida, al menos), la mayoría son un conjunto de perogrulladas y simplificaciones. Pero este sobre la depresión, escrito por un psiquiatra y basado en las terapias cognitivo-conductuales, me dio curiosidad. Pocas veces se encuentra uno un libro de estos que comience hablando de estudios que evidencian lo efectivo de su uso. Además, con otro plus: no estaba particularmente deprimido al momento de leerlo; de manera que fue por leer nomás.

La base de la TCC es que no son las emociones las que modifican tu pensamiento sino al revés. El objetivo entonces es identificar esos pensamientos, reflexionar sobre ellos, encontrarles la falla (o no) y desarmar así la depresión. La primera parte consiste en analizar pensamientos negativos comunes y dar estrategias para desarmarlos.
Planteado esto, llegando el segundo tercio del libro da la sensación de que, como pasa con este tipo de obras, todo va a comenzar a repetirse. Pero no: se pone interesante. Se pone a analizar cómo reaccionar frente a las agresiones y las críticas, por ejemplo, lo que me resultó tan interesante como inesperado. Hasta dedica un capítulo a los fármacos antidepresivos, con bastante detalle.

Como digo: algún libro de autoayuda hay que leer. Este es una muy buena opción. Aunque no estés deprimido.

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9 de septiembre de 2014

American Gods, dioses a mogollón

American Gods (American Gods, #1)American Gods by Neil Gaiman
Yo le doy: 4 of 5 stars

"Era un sueño, y en los sueños no tenés opciones: o no hay decisiones que tomar, o fueron hechas mucho antes de que el sueño siquiera comenzara."

Noticia vieja: si un libro tiene suficientes críticas en Goodreads u otro foro similar, no se necesita ningún crítico para que te diga cómo es. Pero al igual que el crítico, no te sirve para saber si el libro te gustará o no.

American Gods está más cerca de Sandman que sus otros libros. La historia extiende una de las ideas de "Estación de nieblas" y "Vidas breves": los dioses están entre nosotros y viven mientras alguien crea en ellos o los adore, directa o indirectamente. Los dioses, entonces, van a donde esté la gente. Y si la gente va a los EEUU, allá van a pasarla mal, porque nadie cree en ellos.

Y además, es un policial más bien sombrío, en el que un exconvicto llamado Shadow es arrastrado de un lado a otro, como en un sueño, sin decisión posible. Lo cual es lógico: el pobre tipo está rodeado de divinidades. Muchos, muchos dioses. Tantos como Gaiman pueda encontrar. Más un par que se inventa, una esposa muerta, muchos autos, los dioses de la Internet y los Medios y algunos de los lugares reales más extravagantes del gran país del norte.

El resultado es atrapante, siempre que no busques cosas como emotividad o personajes con los que identificarte, porque no los hay. De ahí le llegan las críticas negativas a esta novela. Si querés un Gaiman emotivo y mágico, buscate "El océano al final del camino". El de aquí es cerebral y canchero en onda erudita.

Por otro lado, entre lo que Shadow desconoce y el amor de Gaiman por las cosas que no se explican del todo, los hechos son también bastante raros y sin justificación aparente... hasta que venís a Goodreads y comenzás a leer las citas. En ese momento te das cuenta de que el libro, además de estar lleno de frases geniales y de comentarios irónicos, abunda en elementos que encastran unos con otros para construir, si no una explicación, un todo más coherente de lo que parecía.

Ahora quiero leerlo de nuevo, maldito Neil.




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2 de septiembre de 2014

"Vania y los planetas", o de las malvadas clasificaciones heteróclitas

Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.
Jorge Luis Borges, El idioma analítico de John Wilkins
Ah, las enumeraciones heteróclitas. Un recurso poético inolvidable, casi siempre efectivo a la hora de provocar asombro. Amigo escritor; no dude en utilizarlo. Dele rienda suelta a la asociación libre, o mejor aun, a la no asociación, y escriba, por ejemplo: "Bajaban en confuso malón por la ladera: dioses de seis ojos, faunos, cardúmenes, mañanas con niebla, tostadoras, eunucos, bailarinas y servilletas de lino" Ahí lo tiene: la gente admirará la inventiva, la capacidad del autor para las asociaciones más insólitas, sin saber que son ellos los que hacen el trabajo asociativo.

Se trata de un recurso muy lindo, muy poético pero, admitámoslo, nada original: todo aquel que haya tratado de ordenar cualquier cosa de complejidad superior a una caja de ocho crayones sabe que la vida es, en todos los aspectos, una enumeración heteróclita. Del cajón de los cubiertos al armario de la ropa, pasando por la caja de herramientas tras escalar la indomable carpeta "Mis documentos"; no importa cuan nobles sean nuestros esfuerzos,  la clasificación es imposible. Tarde o temprano tendremos una pila amenazadora de "inclasificables", "otros", "varios", "miscelánea" o cualquier otra palabra que nos diga que hemos fracasado.

Siendo el punto: "Vania y los planetas", de Eduardo Abel Gimenez. O más bien, siendo el punto: cómo hablar de "Vania y los planetas" sin deschavar el libro, sin contar el final.

Porque "Vania" es una novela entrañable, amable, con un cuidado en el lenguaje y un ritmo, una cadencia increíble y un argumento sobre el que me encantaría decir algo; pero también es una historia con vuelta de tuerca. Entonces, para no hablar del argumento, hablaré de la tapa. Esa que dice que el libro es de editorial Edelvives, colección Ala Delta, serie verde, para 10 años o más. Parte de eso que llaman "LIJ", literatura infantil-juvenil. Que es donde discrepo porque para mí, "Vania" es una novela para adultos. Lectores maduros, como ponen en los comics.

Sí, el protagonista es un chico, y la mirada del relato es la de él. Y el libro va de relaciones con los padres, con la enfermedad de una abuela, con la vecinita de enfrente que a lo mejor me tiene loco de amor, con ser parte y al mismo tiempo no ser parte de ese otro planeta que es el mundo. Todas cosas que un chico de diez o más puede entender, con las que va a identificarse. Todo bien por ahí.

Pero Vania es también una novela sobre lo que no se dice, sobre lo que está en el mundo del protagonista pero no sabe o no quiere ver, no sabe o no quiere descifrar. Al mismo tiempo es consciente de que es parte de una tradición, la de las novelas sobre lo que no se dice, sobre lo que está en el mundo del protagonista pero no sabe, etc. También es una novela de esas en las que se juega con los límites entre lo real y lo imaginado, y nuevamente es consciente de serlo. De esa conciencia sale un juego riesgoso, pero que transforma un relato entrañable en un relato que desafía las expectativas del lector. Siempre y cuando ese lector sea adulto. Si es un chico de diez años, difícilmente tenga las herramientas para ver el juego. Entonces, ¿qué hace este libro en esta colección?

Un amigo me dio una versión editorial del principio antrópico: si no estuviera en esa colección, si no existiera la LIJ como concepto, el libro no sería publicado. Concedo, pero me quedo con la impresión de que nos estamos quedando cortos, de que una vez más la vida y su anormal preferencia por las enumeraciones heteróclitas nos está jugando una mala pasada.

Al fin y al cabo, nada más heteróclito que la clasificación de ficción: por su tema (policial, romance, ciencia ficción), por el efecto en el lector (thriller, terror), por el período en que transcurre la historia (novela histórica), por el período en que fue escrita (clásicos, contemporáneos). Sí es seguro que, como dice mi amigo, cuando no hay un cajón donde ubicar una historia, menos probabilidad tiene de ser publicada. Pero me temo que en algunos casos, como este, la clasificación también hace que muchos lectores disfrutantes potenciales no se topen con ella.

Con lo cual: sí, regalale "Vania" a tu sobrino o sobrina de diez. Pero ponele una nota que diga "Seguí leyendo y volvé a leerla a los 30". (Estoy siendo generoso, no sea que nos salga de poco leer.) O mejor aún: comprala para vos, y leela despacio una tarde tranquila. No pienses que es LIJ; pensá que es literatura, y que las clasificaciones se las quede Borges. Cuando termines, no olvides mandarme un mensaje así hablamos del libro y no de la tapa.

PD: estas son las primeras cinco imágenes que salen en Google imágenes al buscar "Vania y los planetas". Tomá heterocliticidad.

4 de febrero de 2014

Dos libros ateos dos

God is Not Great: How Religion Poisons EverythingGod is Not Great: How Religion Poisons Everything by Christopher Hitchens
My rating: 2 of 5 stars

Durante mucho tiempo tuve como política no leer cosas con las que sabía de antemano que estaría de acuerdo, o cosas que ya sabía. Con el tiempo, descubrí que leer varios libros de divulgación sobre un mismo tema me ayudaba a entenderlo mejor. (Sí, lo sé, soy un visionario). Y un día leí "El gen egoísta" y recuperé el amor por la biología.
De todas maneras, nunca me imaginé leyendo libros sobre ateísmo, o contra la religión, ya que no necesitaba reforzar mis ideas ateas. Pero como los ateos no tenemos integridad moral, terminé leyendo el libro de Hitchens "Dios no es grande: cómo la religión envenena todo".

Aunque en algún lado dice que espera convencer a alguien, dudo que este libro logre volver ateo a nadie. Hitchens toma la premisa del título y se dedica a probarla mediante la acumulación de ejemplos en dos direcciones: mostrar el evidente origen humano de los libros sagrados e ilustrar los actos de violencia generados por las religiones. Están las obligadas referencias a la brutalidad del dios del Viejo testamento, las contradicciones del Nuevo, las atrocidades del islamismo y un interesante capítulo dedicado al budismo. También responde a algunas de las defensas clásicas de la religión. El conjunto es una galería de horrores que acaso le sirva como herramienta a un ateo de los que gustan discutir, pero que aporta poco a los que ya han pensado estas cuestiones y será un tanto apabullante para los creyentes.

No faltará quien acuse a Hitchens de centrarse solo en los aspectos negativos de la religión. Pero, como dijo alguna vez John Cleese, eso es equivalente a que un asesino se defienda diciendo "pero claro, se centran en eso y no en que pago mis impuestos y trato bien a mis hijos".

En todo caso, si bien me llené de datos interesantes y jugosos, el libro no me dejó mucha marca más que la curiosidad de ver cómo encararía el tema otra persona, casualmente, el autor de "El gen egoísta". Y allá fui.

The God DelusionThe God Delusion by Richard Dawkins
My rating: 4 of 5 stars

"El espejismo de Dios", de Richard Dawkins, es mucho más llevadero que el libro de Hitchens. Dawkins comienza afirmando que las religiones son un flagelo, y provee ejemplos surtidos a lo Hitches. Pero su mayor preocupación es tratar la hipótesis de la existencia de un dios como hipótesis científica; y por lo tanto toma un camino más "filosófico" (por supuesto, lo acusan de no estar versado en teología, como si eso invalidara per se sus argumentos). El recorrido de este libro ofrece muchos más argumentos interesantes y aristas para discutir, más allá de la acumulación de ejemplos de lo malas que han sido las religiones en la historia humana. Discute posibles fundamentos evolutivos de la religión, se encarga un poco de discutir con el creacionismo (un poco, porque ya les ha dedicado libros enteros) y adopta, sobre todo al final, una perspectiva más "humanista" que Hitchens. Por ejemplo, en uno de los pocos párrafos que le dedica al budismo, considera la falta de caridad de pensar que un minusválido está pagando por los hechos de su vida anterior; mientras que Hitchens dedica todo un capítulo a las acciones bélicas impulsadas por esta religión (que Dawkins ubica más hacia el lado de la filosofía).

¿Convencerá a alguien el libro? Seguramente no, y Dawkins lo sabe, se le nota en el respeto con que trata de hablar de las personas religiosas y al mismo tiempo afirmar que están completamente equivocados. Sin embargo, plantea preguntas interesantes hasta para los ateos que no necesitan ser convencidos; y si al lector no le gustan las respuestas que el libro propone, al menos tendrá material para reflexionar.

En conjunto, ha sido un viaje interesante, pero por un camino que no me siento muy inclinado a recorrer.